Había una vez en un pequeño pueblo en las afueras de una ciudad, una niña que caminaba hacia a un estanque de agua, al llegar oyó unos pasos que se acercaban muy lentamente, era un anciano cargando un balde vacío. La niña lo observaba, el pobre hombre apenas avanzaba arrastrando el balde.
–¡Hey tú! –Le dijo el hombre– ¿Que no piensas ayudarme? ¡muévete!
La niña con cara de asustada se acercó rápidamente al viejo que le entregaba el balde.
–¡Llénalo rápido! Tengo que darle de beber a mis animales, están sedientos por el calor.
Apresurada la niña se acercó al estanque y cargó hasta la mitad el barde de agua para entregárselo al hombre.
–¡No tonta! –Le gritó el viejo –eso no me alcanza, necesito el balde completo. Y de prisa, ¿quieres que mis animales se mueran de sed?
La niña se inclinó para terminar de llenar el balde y con un gran esfuerzo se lo dejó frente al viejo, quien la miraba con el entrecejo fruncido.
–¿Que estas haciendo? –Preguntó mirándola con rabia.
–Dijo que lo llenara. –Respondió la niña sin entender el enojo del hombre.
–Si, pero como pretendes que yo cargue el balde lleno de agua hasta mis tierras, si vacío apenas pude traerlo. ¿Quieres acaso que me muera a mitad de camino?
La niña cargó con los delgados brazos el balde lleno de agua y comenzó a caminar. Hacía pequeñas pausas para descansar pero el viejo insistía en que sus animales esperaban el agua.
Casi muerta de cansancio llegó con el balde a la puerta de la granja del hombre.
–Déjame, a partir de aquí lo haré yo. ¡Ya vete! –Gruñó el viejo arrebatándole el balde con agua de los brazos.
La niña cansada dio media vuelta para volver al estanque a seguir jugando, cuando pasó frente a ella una señora con una pila de telas en las manos. Al verla le gritó:
–¡Niña! ¿Te quieres ganar una moneda?
–No, gracias. Voy al estanque a jugar.
La mujer ofendida comenzó a reñir.
–¡Pero que insolencia! ¿No ves que soy una mujer mayor? Cuando un adulto te pide ayuda de inmediato tienes que dársela. ¿No te enseñó eso tu madre?
La niña se apresuró a tomar unas prendas de la pila y acompañó a la mujer a su destino.
Al llegar la mujer le dio un beso en la frente y agradeció el favor.
La niña dio media vuelta para aprovechar los últimos momentos de luz de día para jugar en el estanque, cuando en el camino se topó con Robertito, el hijo del carpintero.
–Hey hola, ¿me acompañas a llevarle esto a mi padre? –Dijo el niño sosteniendo una caja.
–No –dijo firme la niña –voy al estanque antes que caiga la noche.
El niño le suplicó que le brindara su ayuda, ya que él no conocía la casa donde debía entregar el pedido y ella si.
La niña accedió y los dos fueron a entregar el pedido del carpintero.
Al regresar, todavía quedaban unos minutos de luz de día, por lo que la niña corrió al estanque a jugar.
En el camino se topó con un pichón tirado en el piso con un ala rota. Se detuvo y lo sujetó con las manos con delicadeza. La única manera de salvar al pobre pájaro era llevarlo con Sebastián, un señor que amaba a los animales.
Al llegar, entregó el ave y Sebastián accedió a socorrer al ave con una condición, debía hacerle un mandado. La niña se apresuró y regresó en seguida con una bolsa del mercado.
Regresó a su casa muy cansada y con la decepción de no haber disfrutado ni un minuto del día.
Sus padres luego de enterarse por medio de los vecinos de todas las buenas acciones que ella había realizado por los demás la felicitaron, pero la niña solo pensaba en que llegara el amanecer para por fin correr al estanque a jugar.
El día siguiente amaneció con lluvia.
No paró de llover por meses.
Me encantó. Permiso para compartirlo
muy bueno!! lo comparto :)